La importancia de ser divertido
- Última Plana
- 17 ene 2018
- 2 Min. de lectura
Por Irene Praga

« Et maintenant un petit peu d’obscurité… comme la nuit, bajamos la luz svp… [dirigiéndose a la muchacha de la iluminación] qué pasa? no le traducen allá al fondo? »
El papá de Kevin Johansen era americano, gringo como dice él. Como no quiso ir a la guerra de Vietnam lo mandaron a Alaska; “allá hace un poquito de frío” dice Kevin. “Cuando era chico y vivíamos en Alaska, escuchaba sobre todo country, aunque a mi mamá, argentina, latina, le gustaba también el tipo este, George Brassens, así que os voy a tocar une chanson à lui.” Kevin habla un francés socorrido y de oído, más que suficiente, de esos que te hacen pensar que el que se quiere comunicar se comunica. Y punto.
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“Entonces, pour la prochaine chanson, necesitamos una bailarina professionnelle -acá solo queremos professionnelle- de salsa. SVP, suban al escenario»
Y la chica a mi derecha –fanática de Kevin, lleva todo el concierto emitiendo en directo vía Skype desde su smartphone para su mamá- se sube al escenario a cumplir su sueño. Kevin aprovecha y se cambia de camisa allí mismo, una camisa cutre, de guiri, como dice él, con bananas verdes y medias mangas: “es el uniforme de los turistas, de esos que van a Colombia, a Cartagena de Indias o a Medellín, a ver cosas exóticas.” especifica Kevin, y se arranca a cantar, “Oh, what a waist! Pero qué cintura! Claro, no entiendo nada, soy turista, estoy en la Troja”. Y el público, cómplice, sonríe.
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“et la prochaine chanson, c’est pour toutes les muchachas que están acá, que se dedican a estudiar y encontraron la libertad en los libros, para esas cumbieras intelectuales… aunque ahora sean más bien reguetoneras intelectuales»
El título de la gira reza “Mis Américas”, en esa creencia de que Américas hay muchas y a la vez solo una; donde el concepto de norte y sur forma parte de un entramado político complejo ilustrado por fronteras ficticias que solo existen en los mapas: una subdivisión histórica que enfrenta y aleja. En el universo de Kevin hay espacio para todas las geografías; aunque “aquí somos todos un petit peu rebeldes”, nos recuerda, y añade: “Me voy porque acá no se puede/ me vuelvo porque allá tampoco/ …sur o no sur…” Y el público olvida –olvidamos, quizás ya exhaustos- y empieza a mover las caderas y Kevin baja al estrado y baila con nosotros para cerrar dos horas memorables de recital, de alegría y esperanza.
Mamaaaaaaa, te colgué porque no sabés qué? Bailé con Keeeeeevin.






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