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Chile y el mito del poeta

  • Foto del escritor: Última Plana
    Última Plana
  • 8 nov 2019
  • 7 Min. de lectura

Actualizado: 13 nov 2019

Por María José Aranguiz


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En estas primeras líneas quisiera agradecer a la revista Ultima Plana la existencia de este espacio de expresión estudiantil y la oportunidad que me brinda, de poder escribir sobre un tema de plena actualidad y del que me gustaría compartir con la respetada comunidad estudiantil, de la Universidad de Ginebra, algunas apreciaciones respecto a la impactante revolución social de la que Chile ha sido protagonista, estas últimas semanas, puesto que se trata de un asunto que me atañe profundamente.


También quisiera aclarar a fin de no generar falsas expectativas, que este artículo no es de contenido político, ya que por razones que no vienen al caso, nunca me he involucrado en política y la opinión sobre un tema al que he dedicado desinteresados y escasos pensamientos, siempre la he mantenido en el ámbito de lo privado. Sin embargo, la existencia misma de este artículo es la prueba de la imposibilidad para cualquier chileno de mantenerse al margen, o ser indiferente ante un fenómeno histórico y social de esta magnitud.


Y ya terminando de prepararlos para la lectura, quisiera que tengan en cuenta que el humilde objetivo de este artículo es explicar de una manera simple, si el concepto es aplicable a estas situaciones, lo que ha provocado esta revolución social y cómo la sociedad chilena ha manifestado su descontento con arte en casi todas sus formas.


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Como alumnos de la Facultad de Letras, puede que ya hayan oído en los cursos de literatura de la existencia de una especie de institución invisible, llamada crítica literaria que con sus diversas teorías ha intentado explicar y defender el que cada uno entiende como el mejor método de análisis de una obra literaria. En este contexto dos teorías parecen rivalizar: por una parte, Baudelaire cree que la esencia de una obra está en su autor y por otra Barthes nos habla de la importancia del lector, la sociedad y su época.


La reflexión sobre estas teorías intangibles, sumadas a la ineludible actualidad, me llevaron a pensar que situaciones como la revolución social que se vive en Chile estos días, podrían unir estas dos posiciones de crítica literaria que parecen oponerse.


Esta idea de una posible unificación de teorías, surge a partir del momento en que una obra literaria es vista como una manifestación del arte. Desde esta perspectiva, todo arte puede tener detrás, el mensaje de su autor, sus pensamientos emociones o anhelos y también ser el mensaje que la sociedad quiere interpretar, teniendo así el receptor un rol importantísimo.

Visto desde este punto de vista cabe preguntarnos: ¿qué pasa cuando emisor de arte y receptor de arte, están unidos en un mismo objetivo?


Entonces creador artístico como emisor y sociedad como receptora e interpretadora, entran en una interacción de equilibrio e igualdad. La sociedad entiende, valora y comparte los anhelos del artista, quien a su vez es portavoz de un deseo colectivo. Precisamente eso es lo que muestran las innumerables manifestaciones del pueblo chileno, arte callejero y espontáneo: fotografía, música, canto, danza, teatro, poesía y cuantas formas de arte sea posible concebir en situaciones como estas. Cacerolas y cucharas de palo, resonando a distintos compases, sin duda al ritmo de los latidos del corazón de cada “manifestante”.


Cada corazón de esta revolución, lleva una demanda distinta, ya sean colectivas como la necesidad de recuperar nuestra agua u otras demandas generales o privadas y que solo conoce el que sale a la calle. La gente se reúne, hace ruido, bajo el lema “no estamos en guerra”, motivados por un recuerdo de lo innombrable, despertado a punta de disparos y golpes emitidos por policías y militares en las calles.


En estos días, la violencia de las fuerzas armadas contra la población civil, le recuerda a Chile una realidad no muy lejana, y contra la cual el pueblo se manifiesta pacíficamente, pero también grita y se ofusca denunciando un hecho que evidentemente ¡no debe repetirse!

Frente a este estallido social es imposible mantenerse indiferente y no reconocer que es el resultado de más de tres décadas de sometimiento social a un sistema de desigualdades, en el que derechos fundamentales como la salud, la educación y la jubilación no han sido garantizados por el estado.


Y hoy cuando Chile goza de un “prestigio internacional”, inflado por cifras como el PIB, y que ciertamente no reflejan el nivel de vida real de un ciudadano medio, la sociedad chilena impulsada por la valentía de los estudiantes, ¡se rebela!, se une y manifiesta pacíficamente su descontento. Por todas partes se escucha en coro la melodía de Víctor Jara “el derecho a vivir en paz” y lemas como “el pueblo unido jamás será vencido” cobran más sentido que nunca.

Gracias a las redes sociales, montajes de la prensa y del gobierno, como lo son, la quema de los metros o los robos en masa en supermercados, son registrados “sin filtro” por los propios miembros de la comunidad, simples civiles, quienes ahora a diferencia de lo ocurrido en 1973, tienen la posibilidad de hacer públicos a través de imágenes, la forma con la cual el gobierno actual enfrenta, literalmente, la situación.


Los abusos de poder de los que ha sido víctima la población civil, son registrados y publicados sistemáticamente, actos incalificables realizados por parte de las fuerzas armadas de Chile, conocidos popularmente como pacos (policías) y milicos (militares) quienes han recibido por parte del gobierno de Piñera, la orden de “restablecer el orden público”, lo que ha causado muertes y heridos graves, hechos que hoy son corroborados y denunciados también, por organismos internacionales de derechos humanos.


Al respecto creo firmemente que es inaceptable, que después de haber soportado por 17 años un gobierno militar y creyéndonos la mayoría de los chilenos, libres ya, de tan vergonzoso pasado, nuevamente policías y militares llenen de miedo y prepotencia las calles de un Chile que creía estar en democracia.


Veo escandalizada, la reaparición y uso normalizado en algunos sectores de la sociedad chilena, de términos alemanes, utilizados por Marx en el siglo XIX y que a mi parecer solo sirven para polarizar el país y aumentar el campo semántico de lo despectivo, me refiero a “lumpen” del vocablo alemán “Lumpenproletariat”. Este término, ha sido popularizado por ciertos sectores de la población, que pretenden responsabilizar a niños huérfanos a cargo de instituciones estatales, de todos los desastres producidos en estos días de revolución social.


En el plano de la literatura, Barthes en el libro Mitologías, publicado en 1957 nos habla con “El caso Dominici”, del “mito social” y parece darnos la pista a seguir: la sociedad no solo interpreta, sino que también estigmatiza, etiqueta, encasilla, da a cada quien su “lugar social”, sus características, sus culpas y hasta sus “nombres”, para luego poder condenarlos con tranquilidad. Hoy en Chile es el turno de culpar al “lumpen”, porque es cómodo, porque ya todos saben “como son”, pero quien lo utiliza como “explicación del caos” se olvida de lo principal: la persona calificada con ese concepto, es un ciudadano chileno a quien el estado le vulneró sus derechos fundamentales desde la infancia, convirtiéndolo paradójicamente y precisamente en lo que hoy condena.


Y es en este contexto de justa insatisfacción colectiva que surgen: el periodismo espontáneo, composiciones musicales como la nueva versión irónica y denunciante del himno nacional, bailes tradicionales, dibujos en homenaje a las personas fallecidas, grafitis con demandas sociales, cantos reivindicadores, pintura, fotografías “realistas” llenas de verdad, protestas artísticas con cuerpos desnudos y un sin fin de manifestaciones de arte, que me hacen pensar en Chile como la encarnación colectiva del “mito del poeta” defendido por Baudelaire, que hace del autor o del artista un genio en medio de la adversidad. Genio artístico del pueblo que se revela contra el sistema, arte expresado por algunos, visible para muchos y ahora más que nunca sentido y comprendido por una gran parte de la sociedad.


Como les decía al principio me parece importante destacar que esta es una revolución social y artística, dónde el arte ha sido la mejor arma y el medio de expresión más honesto del pueblo chileno.


No es nada nuevo afirmar que literatura como expresión de arte o más bien, el arte en general y actualidad se entrelazan curiosamente, teniendo a veces relaciones aparentemente anacrónicas por fechas, pero absolutamente vigentes en su contenido, tal es el caso de La tribuna en el cual, la española Emilia Pardo, pareciera describir la actualidad chilena, pero refiriéndose a la revolución republicana vivida en España, hace ya más de un siglo: “Abundaban las manifestaciones pacíficas, acabando siempre como rosario de aurora” y cómo no mencionar a Violeta Parra, chilena que compuso “miren como sonríen” canción grabada en 1956 y que parece apropiada a todos los gobiernos chilenos de turno a partir de 1990. Esto prueba la intemporalidad del arte, que literatura y música como expresión de él, pierden o recuperan vigencia, según el valor e interpretación que la sociedad como receptora de dicho arte le quiera otorgar en una época determinada. En otras palabras y volviendo a la idea original, creo que autor de una obra artística y la sociedad que interpreta dicho arte están enlazados, siendo en este caso concreto un mutuo reflejo.


No quisiera terminar este artículo sin antes invitarlos a descubrir una canción compuesta en los años 80 por el grupo chileno Los prisioneros, “el baile de los que sobran”, canción naturalmente adoptada en las manifestaciones, convirtiéndose en el himno espontáneo de una sociedad que, motivada por un objetivo común, hoy es a mi juicio paralelamente creadora e interpretadora.

Sin la intención de desalentarlos por el tiempo dedicado a la lectura de este artículo y agradeciendo el esfuerzo por intentar entender tan osado planteamiento teórico, creo que “el baile de los que sobran” es una buena manera, sin duda más divertida de complementar la comprensión de estas ideas, como saben una canción es una de las tantas formas de expresión, siendo esta el resumen con letra y música de una realidad social que se arrastra hasta hoy, y contra la que por fin Chile reacciona y se manifiesta, mostrando así su esencia: su genio, su arte y con ello también su capacidad de pensar.




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