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Una lección en misoginia

  • Foto del escritor: Última Plana
    Última Plana
  • 20 dic 2018
  • 4 Min. de lectura

Por Stephanie Bernard Soto


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Pedro de Camprobín, La Muerte y el galán, 1670?, Hospital de la Caridad, Sevilla

"The cure for poverty has a name, in fact: it's called the empowerment of women”

- Christopher Hitchens

Actualmente Estados Unidos atraviesa por una ola de movimientos a favor de la protección e igualdad de la mujer. Movimientos generados, en primer lugar, por la elección de un presidente abiertamente sexista y, en segundo lugar, por la interminable ola de casos de acoso sexual sacados a la luz durante su presidencia. Como si fueran los años 60, el debate sobre el derecho de la mujer y la lucha por la igualdad de paga y trato continúa vigente ahora, en el año 2018.

Latinoamérica no tiene una posición prestigiosa frente a la lucha de igualdad. Puerto Rico, mi país natal, se encuentra entre los países donde más mujeres son asesinadas por sus compañeros. Este año ya van 40 homicidios y a esto se añaden los interminables casos de violencia doméstica que no llegan ni a reportarse.


Tan desgraciado como sea el presente para muchas mujeres en Latinoamérica, este tema me ha hecho reflexionar en cuanto al origen de la misoginia en los países que una vez fueron una colonia de España y, explorar de dónde proviene este menosprecio.


Un factor muy importante es la estructura social de la España del siglo XVI, estructura que se implementa en sus nuevos territorios. Es una sociedad dividida en castas, casi igualando a la India actual. Un producto de este sistema es el pícaro, personaje de las novelas picarescas que recurre a todos los medios posibles para aparentar ser un noble. Este personaje trae a colación el término “suerte de estado”(1). En otras palabras, es imposible escapar de la clase social en la que se nace. En esta sociedad el porcentaje de personas que podían trabajar era escaso. Los nobles y todo aquel con títulos no podía ejercer un oficio manual, ya que era visto como algo de la baja clase social. Otro grupo de personas que no podía trabajar: las mujeres.


Sin embargo, la necesidad llevaba a muchas de ellas a la prostitución. Esto no solamente sucede en España. Por ejemplo, en Inglaterra una de cada cinco mujeres recurrían a la prostitución durante la era industrial (2). En España la prostituta se vio como un mal necesario para apaciguar las pasiones del hombre y detenerlos de deshonrar a una mujer casta o recurrir a la homosexualidad. La iglesia católica aprobaba los burdeles como algo pragmático a beneficio del hombre. La mujer se convierte entonces en un ente al que hay que controlar, y ser controlado no por ellas mismas sino por el hombre (3).


La Inquisición seguida de la Contrarreforma refuerzan la imagen de la mujer como sujeto que lleva el hombre al pecado. El hombre por otro lado, es inocente y fácilmente manipulado por ellas. La literatura del siglo de oro está llena de ejemplos de este ideal, al punto que me atrevería a decir que es su temática central, seguida por la inminente brevedad de la vida. Hechos que explican el cuadro de Camprobín aquí en la cabecera, donde la muerte es una mujer velada frente a varios objetos que refieren a los ocios del joven galán. En otras palabras, el mensaje dirigido al joven es el siguiente: los ocios te traen una muerte temprana y la mujer es el peor ocio.


El comportamiento estricto que exigía la iglesia católica en la España del siglo XVI era demasiado severo e imposible de seguir. Este austero reglamento generó una noción de la moral distorsionada. Por un lado había una moral pública y por otro una moral católica. Para satisfacer la última solo era necesario estar absuelto de la primera. Un ejemplo nos los dan las mismas prostitutas en España, quienes eran obligadas a asistir a misas y una vez decidían dejar su oficio debían entrar a un “convento” o casa de las magdalenas (4) para ser rehabilitadas para eventualmente casarse y integrarse a la sociedad. Esta era la opinión de Ignacio Loyola, el fundador de la orden jesuita, quien recomendaba educar a las mujeres con el fin de lograr una vida de matrimonio (5). Indudablemente, la imposibilidad de trabajar era el factor que encerraba a las mujeres en este sistema donde independizarse era imposible y sus opciones para poder sobrevivir eran muy limitadas.


Desgraciadamente, nunca un rey español hubiera aceptado tratar a las mujeres, los judíos y los moriscos como iguales y permitirles aportar a la economía como trabajadores. Estos hubieran tenido la misma función que la burguesía en Europa desarrollando la riqueza del país. España era entonces un país que consumía pero que no producía. El oro que llegaba de las Américas nunca se quedaba en el país. Como bien dijo Baltasar Gracián: España, boca del mundo, que traga el oro, y plata de las Indias, casi sin mascar, echalo en el buche de Génova, quedándose ella con solo el gusto, y de allí se reparte a todas las demás provincias el provecho. (Agudeza y arte de ingenio, Imprenta Maria Angela Martí, 1757, p.268)


La pregunta que debemos hacernos es la siguiente: ¿Cinco siglos han sido suficiente para borrar un sistema de castas y el control masculino sobre la mujer? ¿El acto de subestimar a una persona y abusar de ésta no conlleva en el agresor la noción de estar a la cabecera de una jerarquía? ¿Cómo borrar esta idea? Solamente dándonos cuenta de ella.



(1) María Teresa Ricci. Du Cortegiano au discreto: l’homme accompli chez Castiglione et Gracían, 2009.p.53.

(2) Prostitution in Georgian London, Harlot’s progress, 15 de octubre 2009, The Economist (consultado el 1 diciembre 2018).

(3) Para una lectura más profunda sobre el tema consúltese el ensayo de Mary Elizabeth Perry, Magdalens and Jezebels in Counter-Reformation Spain en Culture and control in counter-reformation Spain, 1992.

(4) Sistema que se implementa por la iglesia católica para rescatar a las mujeres sin oficios. Es un tipo de convento donde serían educadas para reintegrarse a la sociedad casándose o integrándose por completo al servicio del convento. Este sistema no solo ocurre en España, Irlanda es otro ejemplo donde se introducen los Asilos de las Magdalenas, donde las mujeres “abandonadas” hacían trabajo físico, mayormente lavandería. Sistema que desgraciadamente estaba aún presente en el siglo XX.

(5) Ricci, 2009, p.131.

 
 
 

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