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Colores

  • Foto del escritor: Última Plana
    Última Plana
  • 2 nov 2018
  • 2 Min. de lectura

Por Josh Puente



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Camino por esta ciudad que parece desierta, el frío hiela mi nariz, ajusto el abrigo en vano. Colores violáceos me rodean mientras camino solo.


Alzo la mirada en busca de algo distinto y observo las primeras estrellas, me siento tan diminuto, tan pequeño e insignificante que roza lo intrascendental. A pesar del frío no apresuro el paso, solo me dejo llevar mientras sigue atardeciendo.


Pienso en mi pasado irremediable y austero, también en el futuro con su cruel destino inefable y cerrado. Sin otra salida posible, solo que me queda pensar en el presente. Lo único que aun puedo controlar.


¿Pero para que estoy yo, aquí y ahora? Hace tiempo que solo me deje arrastrar, resignándome a seguir la corriente porque las fuerzas me abandonaron y la alegría de la lucha se fue mientras mi ser se hacía cada vez más pequeño; dejándome seco, podrido y tan frío como esta ciudad que comienza a encender sus primeras luces.


Me miro en el reflejo de un escaparate navideño. Unos ojos pequeños y tristes me devuelven la mirada, mi vestimenta azulada y llana combina con mi paso lento y acompasado, me sigo preguntando ¿para qué estoy yo aquí?


Pensando, paso mi mano por mi cabello liso y aplastado, miro mi mano morada por el frio y la guardo de nuevo en el bolsillo, todo mi cuerpo está tapado, sin dejar ninguna parte al descubierto como si fuera un caparazón, aunque sé que no importa, el frio se siente desde adentro.


Finalmente llego y levanto la cabeza por primera vez, ella viene corriendo y en el último paso da un pequeño salto. Tintinea su poca vestimenta árabe, naranja y abierta; mostrando la mayor parte de su piel la cual emana un aura de calor amarilla que se extiende conforme se acerca. Una gota de sudor recorre su amplia frente, sus mejillas están encendidas con un rojo intenso a juego con su cabello tan despeinado, encrespado, retorcido e intrínseco como la vida misma.


Se para delante mía, unos centímetros más pequeña que yo y me clava su mirada desde abajo, con unos ojos tan grandes, redondos y profundos como un abismo que me absorben y me desmaterializan justo antes de mostrarme su larga y fina sonrisa.


En ese momento encuentro la respuesta a la pregunta de una manera tan pura, sencilla y original que se hace evidente como siempre lo supe todo este tiempo. Yo estoy aquí para verla sonreír.


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