Caprichos de un atardecer
- Última Plana
- 17 dic 2019
- 2 Min. de lectura
Por Nuria Valencia García

Tumbada en tu lecho me hallo,
observando tu contorno y el color de tu piel.
Me enloquece pensar que otros te están mirando,
y mientras,
centro mi mirada en tus piernas,
no puedo evitar un palpitar cardíaco cuando
descubro con mis dedos el suave aroma de tu piel.
Encontraré un momento para nosotros.
Durante la noche iluminas mis sueños y
abrazas con caricias nuestros momentos secretos.
Recuerdo nuestro primer encuentro,
era un día lluvioso, bien entrada la noche,
atravesé el portal de tus deseos y
cedí a continuar con este juego de ciegos.
No resistí más de dos minutos cuando
me propuse subir por las paredes de
tus entrelazadas piernas para recorrer
un camino de escaleras de caracol
hasta llegar a tu cintura.
No supe cuanto me había tomado pero
siempre diré que nunca fue suficiente.
Ya en tu cintura, no pude evitar
apoderarme de tu placer y quise
regocijarme en tus vistas, aquellas que
solo puedes disfrutar desde las alturas,
porque antes
solo encuentras suelo firme y
unas vistas vertiginosas de inmensidad.
Mis dedos sufrieron el deleite de tu piel y
se apresuraron a seguir explorando bajo
esa dura coraza de hierro que muestras.
No temas,
no haría nada que nos duela,
sólo quiero disfrutarte y
que sigas reinando entre mis sueños.
Siendo incapaz de resistir llegar hasta lo más alto,
te envolví en un abrazo y
deseé que ese momento no acabara nunca
pero llegamos a la cúspide de nuestro deseo,
y allí, morí de deleite.
Nadie me había ofrecido tanto alivio,
libertad y caricias durante un largo camino emprendido.
Ya es tarde o pronto y debo marcharme
pero prometo volver a vernos.
Seguiré paseando y recorriendo contigo
tus largos caminos.
Seguiré disfrutando las caricias que
ofrecen mis dedos sobre tu piel,
seguiré deseando que me des un primer beso y
acabaré tumbándome en tu lecho verde y
húmedo después de cada reencuentro.






Comentarios